martes, 24 de marzo de 2009

Olor a sol

Despertarme a medianoche empapada de sudor, mirar de reojo y ver que en mi almohada sigues siendo ausencia. Levantarme descalza, con la boca seca y el cuerpo resbaladizo, maldiciendo la calorina espantosa que hace que mis sábanas pesen casi tanto como tu cuerpo. Irme a la cocina a beberme agua helada que me congele un rato por dentro. Devolver la jarra a su sitio, y una vez más de reojo, como se miran las verdades que por dolorosas nos gusta conocer, mirar el fondo de la última repisa. Ver que ahí, detrás de los restos de una jarra de sangría y de tres o cuatro pedazos de escabeche, siguen las seis cucharadas soperas de lágrimas que te dediqué una noche. Embotelladas y en el lugar más frío, para que nunca más puedan quemarme la boca a navajazos. Ver que siguen teniendo el color de una piedra caliente y desgastada. Ver que, por mucho que las llorase de madrugada, siguen oliendo a sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario